Todavía se escucha a Pastores y muchos creyentes afirmar que “Dios no se mete en política, y los creyentes tampoco deberían hacerlo”. Sostienen que política y religión no deberían mezclarse y argumentan que hacerlo es procurar un híbrido entre lo sagrado y lo profano. (Hablaré de Política con P mayúscula para distinguirla de política electoral o partidista de la cual reflexionaremos en otra ocasión).
Quienes así piensan generalmente parten del supuesto de que la biblia es un libro exclusivamente orientado a responder los vericuetos de la religión y las cosas de orden celestial, perdiendo de vista que, contrario sensu, la biblia es un libro de vida y el manual en que Dios se expresó a través de los hagiógrafos respecto a todos los tópicos e intereses del quehacer humano.
Presos algunos de la cosmovisión dualista propuesta por los metafísicos griegos, fraccionan la realidad departamentalizándola, por un lado, en sus componentes materiales y terrenales, a los cuales tradicionalmente se les identifica como “mundo secular” y por el otro lado, en los aspectos espirituales y sobrenaturales a los cuales se les identifica con espiritualidad y fe.
Consciente o inconscientemente, se sostiene la idea de que la espiritualidad cristiana solo se expresa en aquello que está vinculado con la iglesia y sus prácticas devocionales tales como el orar, el ir a los discipulados, ofrendar, asistir a los cultos etc. Mientras se estigmatiza de “secular” al trabajo, la recreación, el acontecer nacional, la sexualidad humana, los aspectos sociales, económicos, políticos, etc.
Esta premisa da lugar a una espiritualidad esquizofrénica y bipolar, en la cual, lejos de concebir en Dios la esencia de la unidad, unicidad y universalidad y a Jesucristo como el Señor de todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra – Col 1:19-20-, nos invita a enfocarnos solamente en la dimensión metafísica, esto, en detrimento de una visión holística e integral en la que todo lo que hacemos en la vida sea vinculado con nuestro deseo de honrar al Señor y al prójimo, criterio último para definir la espiritualidad cristiana -Col 3:17-
Ontológicamente hablando es correcto decir que Dios no solamente tiene, sino que, Él es autoridad. Una y otra vez, la biblia identifica al Dios trino, Padre, Hijo, Espíritu Santo, como Señor de señores y Rey de reyes -Deuteronomio 10:17; 1Timoteo 6:15; 2Co 3:17-
La trama de la Escritura tiene que ver con el hecho de reconocer o no, que Dios tiene el legítimo derecho de ejercer gobierno sobre nuestra vida y sobre todas las cosas que, ex nihilo, fueron hechas por la autoridad de Su palabra cuando en el principio dijo Dios “…. y todo cuanto existe fue hecho”. -Génesis 1:1, 1:3ss.-
La esencia de la fe cristiana radica en la aceptación del principio de la Soberanía Divina. Es decir que, Dios tiene el control y la autoridad para señorear y dominar a voluntad propia desde Su trono todas las cosas, así las que hay en la tierra, tanto como en aquellas que resultan imperceptibles a nuestros sentidos humanos y pertenecen al ámbito de lo que la biblia enseña como realidad celestial.
Aceptar que Dios reina sobre todo y sobre todos, es aceptar que Dios gobierna desde los cielos, por lo cual, la primera conclusión a la que debemos llegar es que, Jehová nuestro Dios, ejerce gobierno desde siempre y para siempre; como bien declara el Salmo 22:28 “…del SEÑOR es el reino, y Él gobierna las naciones”. La segunda conclusión a la que debemos acercarnos es al hecho de que Dios creó al hombre y lo hizo cogobernante con El.
En Su economía, dijo Dios “… hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y señoree en……… Y los bendijo Dios y les dijo fructificad y multiplicaos llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en……” -Génesis 1:26-28-
La primera declaración de propósito respeto a la razón de ser de la creación del hombre esta descrita, categóricamente, con la palabra SEÑOREAD. En su primera acepción, hacer política es Ejercer gobierno y administrar poder.
Dios hizo al hombre para que gobernase sobre toda la creación. De manera que no es exagerado decir que Dios creó al ser humano para que fuese corregente o gobernante con El, de todas las cosas creadas. Todo cristiano debe estar involucrado en el arte de ejercer la autoridad y el poder que Dios le ha confiado; visto de esta manera, todo cristiano debe ser un actor político.
No parece casualidad que tras declarar que el hombre fue hecho a imagen de Dios, la primera instrucción al hombre para representar a Dios en Su mundo fuese: “…gobierna en mi mundo, adminístralo, ejerce mayordomía sobre él, ejerce autoridad”.
Soy consciente de que la política no tiene buen crédito y reputación en las naciones y me pregunto: ¿Cómo ha de tenerla si la hemos separado de Dios?
Pensemos en algunas frases célebres peyorativas sobre el quehacer político, tales como:
La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos. Louis Dumur
La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Groucho Marx
Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje. Aldous Huxley.
La política ha sido considerada un ejercicio exclusivo del hombre, por el hombre y para el hombre. No obstante, es de ahí, donde emerge el deterioro de la praxis política. Una simple definición de política es la administración del poder, y como dijo el célebre historiador británico Lord Acton:
El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
El ejercicio político administrado independiente de Dios encuentra espacio para los más bajos instintos humanos. No debería introducirse en política quien no reconozca su incapacidad de auto gobernarse, y quien no reconozca que dicha posibilidad solo alcanza a quienes son gobernados por el Espíritu de Dios.
Toda autoridad es representativa de la autoridad que Dios le ha delegado –Rom. 13:1-, y quien quiere ejercer gobierno sin tomar en cuenta al que gobierna desde siempre, sin duda, aumentará la lista de los que gobernaron en beneficio propio, o en el mejor de los casos, para la conveniencia de unos pocos, pero no sirviendo a los intereses del bienestar común, en el cual encuentran prioridad en el corazón de Dios los más desposeídos, según enseñan las Escrituras.
Reza el proverbio que “…el principio de la sabiduría es el temor a Dios…”, y solo quienes se rinden a Dios y le entienden como el último ante quien darán cuentas por la administración del poder que le fue conferido, serán buenos políticos.
El arte de gobernar más que en las universidades y los partidos políticos, se aprende escudriñando las Escrituras y doblegando nuestras rodillas para que la sabiduría del que gobierna desde los cielos nos alcance en la tierra.
Lic. Pastor Víctor Quirós.